Un indígena záparo del Oriente ecuatoriano describe el festival anual de su pueblo
Desde el principio de los tiempos, los záparos hemos celebrado la
exuberancia de la naturaleza con una fiesta espectacular que realizamos
todos los años entre los meses de enero y marzo, cuando maduran las
futas en los bosques, las chontas están rebosantes, los animales bien
alimentados, y los monos, rechonchos y deliciosos.
Unos 300 záparos, por lo general de la misma familia, asistimos
juntos a la fiesta. Los preparativos toman un largo tiempo. Un grupo de
hombres, junto con una gran cantidad de ayudantes, son escogidos para la
cacería. Salen por tres y a veces hasta cuatro semanas, dejando atrás a
sus esposas solas y tristes.
Mamá siempre canta canciones para que mi papá y los otros tengan una buena cacería.
Los hombres cazan y pescan tanto como pueden. Mientras tanto, sus
asistentes pasan el día ahumando las presas para que no se echen a
perder. Con las pieles y las plumas hacen ropas hermosas, adornos para
la cabeza y otros decorados para la fiesta.
También las mujeres tienen mucho trabajo por hacer: deben preparar la
chicha y las vasijas de cerámica. Plantan el huerto con yucas para la
chicha y hacen muchas jarras de kazuma, que es la chicha que se hace de
yuca fermentada con saliva de mujeres.
Hay varias formas distintas de hacer la chicha: una de sabor dulce y
agradable; otra espesa, (que es la que me gusta a mí); otra fuerte y
espesa con la que uno se emborracha enseguida; y otra que se mezcla con
maní o camote.
Las mujeres también deben elaborar las vasijas para la fiesta. Unas
jarras grandes para guardar la chicha, llamadas macahuas, y vasijas de
todos los tamaños y diseños para servirla. Y también purus con formas de
aves, trompetas, cabezas de supai y otras formas.
Cuando llega el día en que inicia la fiesta, las mujeres se pintan
lindos diseños en sus rostros, sus brazos, sus pies y sus piernas, con
una pintura que elaboran de semillas de huituc. También se pintan el
cabello de negro con estas semillas. Los hombres se pintan el rostro
antes de su entrada triunfal a las comunidades, coronados con plumas y
otros accesorios decorativos, cargando consigo las presas que han
cazado. Las mujeres corren alegres hacia los hombres y suenan los
tambores, los cornos de arcilla y las flautas de huesos. Entonces da
inicio una celebración que dura tres días seguidos en los que bailamos
sin parar. Es realmente hermoso.
El primer día, danzamos todo el tiempo y tomamos gran cantidad de
chicha. El segundo día, comemos la carne de los animales cazados en un
gran banquete, y continuamos bailando y bebiendo. El tercer día toca
acabar la kazuma y si ya no queremos beber más nos la vertemos en la
cabeza al grito de “imaru, imaru, imaru,” que significa “lluvia, lluvia,
lluvia”. Es como una lluvia de chicha que simboliza la lluvia de
abundancia; una ofrenda al bosque. Al final de la fiesta se acostumbra a
romper las vasijas de cerámicas lanzándolas contra el techo. Las piezas
que se quedan entre las hojas nos hacen desear la siguiente fiesta
durante todo el año.
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